Recuerdo que Mulla Nasrudin solicitó el divorcio.
Todo el pueblo se congregó en el juzgado. Todo el mundo estaba sorprendido porque Mulla Nasrudin tenía ochenta y siete años y su esposa setenta y ocho. El juez también estaba sorprendido. Le preguntó a Nasrudin:
“¿Cuántos años tienes?”.
Nasrudin dijo:
“Tengo solamente ochenta y siete años”.
El juez le preguntó:
“¿Cuántos años tiene tu mujer?”.
Nasrudin le contestó:
“Sólo setenta y ocho”.
“¿Durante cuánto tiempo habéis estado casados? ¿Cuánto tiempo habéis vivido juntos, Nasrudin?”: le preguntó el juez.
“Perdone, Señor, no más de sesenta y cinco. ¡Solamente sesenta y cinco años!”.
El magistrado le dijo:
“Estoy sorprendido. Si habéis vivido juntos durante sesenta y cinco años, ¿por qué solicitas el divorcio ahora?”.
Mulla Nasrudin dijo:
“Señor, ¡cuando basta, basta!”.
También en cuanto a nuestras mentes debemos alcanzar un punto en el cual digamos que cuando basta, basta. Hemos vivido en compañía de nuestras mentes durante muchas vidas, por milenios, pero todavía no hemos alcanzado el punto en que podamos decir basta. No nos damos cuenta de que toda nuestra miseria, todo el infierno al que llamamos vida se debe a nuestras mentes y a nuestra identificación con ellas. No hay necesidad de renunciar al mundo. El único requisito religioso es el de renunciar a la mente, porque la mente es el mundo. A veces nos sentimos frustrados, cansados, hartos, no de la mente, sino de un tipo determinado de mente. Entonces la cambiamos, pero no elegimos la no-mente. Cambiamos a favor de otra mente.
Osho
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