“... “Pachita” cortó el cuero cabelludo con el cuchillo de monte y después abrió el hueso del cráneo usando un pedazo de sierra de plomero.
Yo veía eso y parte de mí pensaba que no era cierto y otra que era maravillosamente real.
Después “Pachita” hizo aparecer una sección de corteza (neuronas cerebrales) humana, tomó un pedazo en sus manos, le lanzó su aliento y le ordenó que viviera: ¡vive!, ¡vive! le gritaba.
Después, con la ayuda del cuchillo, introdujo el pedazo de corteza al cráneo de la niña y con una serie de movimientos extraños, lo dejó depositado allí. Por fin, la herida se cerró después de que yo fui invitado a colocar mis manos encima de la misma. ...”
"Los Chamanes de México, Volumen III PACHITA": Presentación; Jacobo Grinberg-Zylberbaum
“... La vi cambiar el corazón a un paciente, al que pareció abrirle el pecho con un solo tajo, haciendo saltar un chorro de sangre que me manchó la cara. Pachita me obligó a meter la mano en la herida para que palpara la carne desgarrada.
... Sentí llegar a ese hueco el nuevo corazón, al parecer comprado con anterioridad por Enrique, no se sabía a quién ni dónde,...
La masa muscular se había implantado en el enfermo de forma mágica. Este fenómeno se repetía en cada operación. Pachita tomaba un trozo de intestino que, no bien lo colocaba sobre el «operado», desaparecía en su interior. La vi abrir una cabeza, sacar sesos cancerosos y meter allí nuevo tejido encefálico...”
Esa ilusión táctil y óptica, si ilusión era, iba acompañada de efectos olfativos, el olor de la sangre, la hediondez de los cánceres y daños.., y de efectos auditivos: el ruido acuoso de las vísceras, o el resonar de los huesos cortados por una sierra de carpintero. A la tercera operación, todo comenzó a parecerme natural. Estábamos en otro mundo. Un mundo en el que las leyes naturales eran abolidas. Si se trataba de hacer una transfusión porque el paciente se estaba desangrando, el Hermano metía el extremo de un tubo en su propia boca y el otro extremo en un agujero del brazo y comenzaba a escupir litros de líquido rojizo. En dos ocasiones vi cómo se transformaba el daño en una especie de animal que parecía resoplar y mover excrecencias como patas. A las doce de la noche, alucinado, cubierto de sangre, regresé a mi casa. Ya nunca más el mundo sería igual. Había visto por fin a un ser superior ejecutando milagros, falsos o verdaderos.”
"La danza de la realidad": Alejandro Jodorowsky
Cuando Pachita murió, cuenta Jodorowsy, no pudieron enterrarla sino hasta tres días después, pues aún sin signos vitales su pecho permanecía guardando temperatura, por lo que no se podía levantar el certificado de defunción.
Pues la enfermedad es una voluntad del hombre en busca del ser, pero que no puede ser reconocida ni curada por métodos que están fundados en el interés donde el cuerpo paciente es carne del mercado… Jodorowsky: Arte y Curación (texto de Lorenzo León Diez)
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