“Y dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a la nuestra; y démosle dominio sobre los peces del mar, y de las aves del cielo, y de las bestias, y sobre todo animal que se arrastra y repta sobre la tierra”.
En el año 1915, poco después de que había entrado en la Orden de los Swamis, obtuve una visión de contraste violento: en ella, la relatividad de la conciencia humana estaba claramente establecida; percibí la unidad de la luz Eterna detrás de las dolorosas dualidades de maya. La visión se presentó a mí mientras estaba sentado, una mañana, en mi pequeña buhardilla en la casa de mi padre, en Gurpar Road. Hacía meses que la Primera Guerra Mundial había principiado a destrozar a Europa, y tristemente reflexionaba sobre la enorme matanza. Cuando cerré los ojos en meditación, mi conciencia fue súbitamente transportada al cuerpo de un capitán que mandaba un barco de guerra. Oí el rugido de los cañones, de los tiros que se cruzaban entre una batería de tierra y los cañones del barco. Una enorme granada dió en la santabárbara y despedazó mi navío. Me tiré al agua junto con unos cuantos marinos que habían sobrevivido a la explosión. Con el corazón angustiado, llegué a la orilla sano y salvo. Pero, ¡ay!, una bala perdida puso fin a su vuelo, incrustándose en mi pecho. Gimiendo, caí sobre la tierra. Todo mi cuerpo estaba paralizado; y, sin embargo, tenía conciencia de poseerlo, como cuando se siente que una pierna se ha dormido.
“Por último, el misterioso paso de la muerte me alcanzó”, pensé. Con un suspiro final, iba a sumergirme en la inconciencia cuando, ¡oh!, !sorpresa!, me encontré sentado en la postura meditativa del loto, en mí cuartito de la casa de Gurpar Road. Lágrimas de histerismo brotaban de mis ojos, y gozoso pegaba y pellizcaba mi rescatada posesión; un cuerpo libre, sin ningún agujero de bala en el pecho. Miré de un lado a otro, inhalando para asegurarme de que realmente estaba vivo. En medio de las propias congratulaciones otra vez mi conciencia fue transportada al cuerpo del capitán, muerto por la batería de la costa. Una confusión se apoderó de mi mente.
- ¡Señor! -oraba-. ¿Estoy muerto o vivo?
Un cegador juego de luces llenó pronto todo el horizonte. Y un suave vibrante zumbido se moduló en palabras:
“¿Qué tienen que ver la vida o la muerte con la Luz ? A imagen de Mi Luz te he hecho.
Las relatividades de vida y muerte pertenecen al sueño cósmico. Contempla tu ser sin sueños. ¡Hijo mío despierta!”.
Paramahamsa Yogananda, AUTOBIOGRAFÍA DE UN YOGUI
Autobiography of a Yogi (1946)
Nota del administrador del blog:
Poco tiempo después de ordenarse como monje, Yogananda, estaba meditando en casa de su padre sobre la primera guerra mundial, acongojado, el pensaba en la muerte de miles de personas, y de pronto se vio trasladado al escenario de batalla para que pudiera vivir la experiencia de la muerte, por un instante se olvida de su identidad como Yoganada y asume la de un soldado el cual estaba por morir, cuando muere, producto de un balazo el se da cuenta que sigue teniendo conciencia de su identidad, pero siente a su cuerpo como anestesiado y sin sensibilidad es la muerte piensa, casi inmediatamente nuevamente su conciencia es regresada a la India y a su cuerpo hindú, cuando el despierta de esa vivencia que es como un sueño se da cuenta que tiene su cuerpo intacto lo cual lo llena de una emoción perturbadora, pues se creía muerto no bien se aparece este pensamiento en su mente es regresado a su cuerpo muerto en la guerra, el se confunde tremendamente y ora al Dios por que le aclare esta confusión, a lo cual la divinidad le responde, “que tiene que ver la vida o la muerte con aquello que lo trasciende a ambos”, por lo cual le dice que “despierte y se de cuenta que todo eso es una ilusión”…(percibí la unidad de la luz Eterna detrás de las dolorosas dualidades de maya-ilusión-) esta es una experiencia que comienza con un pasaje Bíblico que dice que estamos hechos a imagen y semejanza de Dios o sea luz eterna, pero una luz que no es como la que conocemos normalmente, puesto que antes que Dios separa la luz de la tiniebla el ya existía”…
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