En medio de las montañas agrestes dos siluetas trabajan en las laderas, eran el viejo hombre y su aprendiz.
Trataban de convertir la poca tierra que había entre los pedregales en alimentos para sus cuerpos sostener.
Mientras el viejo removía con su azadón las piedras y los ásperos matorrales de aquella región, el novato traía agua en un desvencijado latón.
Maestro ¿te puedo preguntar algo?, inquirió el joven mientras ayudaba, como casi siempre el viejo no contestaba.
Su respuesta fue: falta más agua aquí, para aflojar la tierra deja de hablar y trae más.
Trayendo lo pedido, el joven siguió insistiendo, es que tengo una inquietud que me preocupa señor.
Sin esperar respuesta siguió, es que anoche estuve en el templo orando por una respuesta del cielo pero nadie respondió.
El viejo siguió agitando el azadón restregando el terreno, por sus sienes caían gotas de sudor, el sombrero levemente aplacaba el sol que ya se mostraba abrazador.
Después de un rato, una carcajada rompió el silencio de la montaña, “si logras que una piedra en forma de un dios te hable, me avisas, que eso si seria digno de verse, jajaja… ¡ah muchacho!
Trae más agua que nos falta poco para sacar estas rocas, el joven refunfuñando contestó, porque en vez de tanto: trae agua, trae agua, un ducto antes no se construyó.
El viejo levantó la mirada y vio al jovenzuelo a los ojos y le dijo: claro lo primero que pensaste es, “a estos viejos tontos lo que les gusta es martirizar a los muchachos como yo”.
Pues la respuesta es ¡si!… ¡trae más agua! te dije.
Cuando el joven trajo más, el anciano continuó, si deseabas comodidades te hubieras quedado en los templos del valle, ahí la vida es más fácil.
Viniste aquí por instrucción, eres fuerte, si no, no hubieras soportado las pruebas de ingreso al templo de la montaña.
¿Acaso no has pensado que acarrear agua tiene un sentido y una función?
Sin esperar respuesta, continuó: los jóvenes están llenos de energía y vitalidad esa fuerza se debe correctamente encaminar para la mente, calmar y permitir, escuchar a los sabios maestros en su hablar.
Por eso traer agua hasta que te canses, trae beneficio a la comunidad y a tu vida espiritual.
Dicho esto guardó silencio nuevamente, ya frisaba el sol el zenit y las águilas que cerca anidaban observaban, el viejo por fin exclamó ¡terminamos por hoy!.
Trae las herramientas y sígueme, cargaron con ellas y prosiguieron hacia el desfiladero, el camino de regreso al encaramado templo.
Pertenecían a una comunidad de monjes renunciantes, entre sus votos estaba el de no recibir limosnas y el de trabajar por su diario sustento.
Fieles a ello, aún sus más altos dignatarios diariamente domésticas labores realizaban.
Caminando por la empinada calzada y con el sol, que a sus espaldas abrazaba en un recodo guarecido del brillante sol buscaron refugio para descansar.
Cogiendo su lengua barba el anciano respondió: hijo, todas las oraciones son respondidas pero no todas pueden ser escuchadas por el orante.
Tu mente agitada entre tus pedidos, no deja que el sutil mensaje de las alturas en tu corazón anide.
Por otro lado es usual el no querer escuchar lo que nos conviene, para orar hay que ser valientes para aceptar las respuestas de los designios celestes.
Que generalmente contradicen nuestros deseos.
Mientras un pequeño niño camina con su madre por el mercado abarrotado de dulces y juguetes, a su paso y por cada uno que ve, el niño dice: “quiero eso”.
La madre trata de hacerle comprender que no hay dinero o que eso no le conviene, pero el niño insiste y si no lo logra, se tira al suelo llora y patalea.
La madre al ver lo inútil de sus argumentos coge al niño a la fuerza lo levanta y se lo lleva.
Solo cuando el sea adulto y tenga a su vez hijos, sin necesidad de ninguna explicación comprenderá a su madre.
Es más, él ni siquiera se acordará de aquellos episodios de completa desesperación por obtener aquello que para él eran todo en esos momentos: caramelos y juguetes por los cuales hasta hubiera ofrecido su vida.
Así muchas de las cosas no pueden ser entendidas en nuestro presente estado de desarrollo mental.
Nos parecerá injusta la vida, el cielo mudo y Dios distante e ignorante de nuestras necesidades, aprensiones, inquietudes o penas.
Pero algún día “creceremos” seremos mayores, nuestro estado mental se desarrollará lo suficiente para entender los pareceres del reino celestial.
En tal estado tendremos el conocimiento instantáneo y la razón, del porque no de nuestros quereres, de esos tiempos.
No necesitaremos de que nadie nos lo explique, simplemente lo entenderemos todo.
Quien puede impedir que el hombre ore, nadie ni el mismo Dios.
Es mas, es natural como para el niño llorar.
Pero ante una negativa del divino, confía hijo mío, confía en El y en su sabiduría.
Ora,
Pero mejor que eso
Escucha…
Mejor que escuchar
Será que sientas (los designios de lo alto) y
Mejor que sentirlo en todo tu ser,
Será que hagas lo que El desea.
El cielo siempre hará lo mejor para ti, aun en contra de ti.
Ahora sigamos y el anciano cargo las herramientas y aquella dulce mirada con que le habló al joven otra vez se tornó en dura y aparentemente indiferente.
Nadie diría que aquel par de hombres jugaban a la sabiduría, ocultos en humildes ropajes humanos.
de Diálogos imposibles, de Eduardo Buenaventura Díaz.