Como
leal esposa hindú, no quiero quejarme de mi esposo. Pero sí quisiera que él
cambiara y que fuera menos materialista. El se goza en ridiculizar las estampas
de santos que tengo en el cuarto de meditación. Querido hermano, tengo una profunda
fe en que tú puedes cambiarlo. ¿Lo harás?.
Mi hermana mayor, Roma, me veía con mirada suplicante. Yo estaba de visita en su casa de Calcuta, en la calle del barrio de Girish Vidyaratna. Su ruego me conmovió, porque ella había ejercido una gran influencia espiritual en mis primeros años, y porque había tratado dulcemente de llenar el vacío que mi madre dejó con su muerte en el seno de la familia.
- Querida hermana, por supuesto que haré todo lo que pueda. -Sonreí, deseoso de borrar la tristeza que manifestaba en su semblante, que contrastaba con su habitual dulzura.
Roma y yo nos sentamos un rato, en oración silenciosa, en busca de ayuda. Un año antes, mi hermana me había pedido que la iniciara en Kriya Yoga, en la cual estaba haciendo progresos notables.
Súbitamente, una inspiración se apoderó de mí.
- Mañana -le dije- voy al templo de Dakshineswar. Por favor, ven conmigo y sugiere a tu esposo que nos acompañe. Presiento qué con las vibraciones de aquel santo lugar la Madre Divina tocará su corazón. Pero por ningún motivo descubras el objeto que nos lleva.
Esperanzada, mi hermana consintió. A la mañana siguiente, muy temprano, me agradó ver que Roma y su esposo estaban listos para el viaje. Conforme nuestro carruaje traqueteaba a lo largo del camino circular que conduce a Dakshineswar, mi cuñado, Satish Chandra Bose, se divertía ironizando y escarneciendo a los gurús del pasado, del presente y del porvenir. Yo observé que Roma lloraba silenciosamente.
- ¡Hermana anímate! -le susurré al oído-. No le des a tu esposo la satisfacción de creer que tomamos sus burlas en serio.
- Mukunda, ¿cómo puedes tú admirar a los farsantes despreciables? -decía Satish-. La sola apariencia de un sadhu es repulsiva; son tan flacos como un esqueleto o tan profanamente gordos como un elefante.
- Yo solté sonora carcajada. Mi reacción de buen humor molestó a Satish, y éste se retiró amurrado. Cuando nuestro carruaje entró a los terrenos de Dakshineswar, echó a su alrededor una mirada desconfiada y, sarcásticamente, preguntó:
- Este viaje, supongo yo, es una treta para reformarme, ¿no?.
Como ya me iba sin contestar sus palabras, me tomó del brazo, diciéndome:
- Joven señor monje: no se olvide usted de hacer los arreglos necesarios con los
guardias del templo para tomar nuestra comida del mediodía.
- Ahora voy a meditar. No se preocupe por su comida -le contesté al punto-; la Madre Divina se encargará de ello.
- Yo no espero que la Madre Divina haga nada por mí. Pero a ti sí te hago responsable de mi comida. -El tono de voz de Satish era amenazador.
Yo proseguí mi camino por el peristilo que está frente al gran templo de Kali, o Madre Naturaleza. Escogiendo un lugar sombreado, cerca de uno de los pilares, me acomodé en la postura meditativa del loto. aun cuando era sólo las siete de la mañana, el sol sería pronto abrasador.
El mundo se me fue alejando conforme me interiorizaba devotamente. Mi mente estaba concentrada en la Diosa Kali, cuya imagen en Dakshineswar fue el objeto especial de adoración del Gran Maestro Sri Ramakrishna Paramhansa. En contestación a sus angustiosas demandas, la imagen de piedra de este mismo templo tomó con frecuencia la forma viviente y conversaba con él.
“Madre silenciosa de corazón de piedra -rezaba yo-: Tú, que te has llenado de vida a la súplica de Tu amado y devoto Ramakrishna, ¿por qué no escuchas también las plegarias y lamentos de este implorante y amoroso hijo Tuyo?”.
+poco a poco, mostrando al fondo la imagen de la Diosa Kali. Gradualmente tomó ésta un forma viviente, sonriendo y moviendo la cabeza como en un saludo, lo cual me llenó de un regocijo indescriptible.
Como con un mágica jeringa, el aire me fue extraído de los pulmones y mi cuerpo
permaneció totalmente inmóvil, aunque no inerte.
Una extática expansión de conciencia subsiguió luego. Podía ver claramente a algunas millas sobre el Río Ganges a mi izquierda, y aún mucho más allá del templo todos los recintos de Dakshineswar. Las paredes de todos los edificios brillaban de transparencia, y al través de ellos podía ver a la gente caminar de un lado para otro en varias acres a la redonda.
Aun cuando me hallaba sin aliento y con el cuerpo en un estado de quietud extraña, sin embargo podía mover manos y pies libremente. Por algunos minutos ensayé abrir y cerrar los ojos; y en ambos casos podía ver claramente todo el panorama de Dakshineswar.
La vista espiritual, como los rayos X, penetra en toda materia; el ojo divino está
centrado en todas partes, y su circunferencia en sí mismo. Entonces confirmé, en el soleado patio, que cuando el hombre cesa de ser un hijo pródigo de Dios absorbido en un mundo físico, verdadero sueño, tan sin base como burbuja, vuelve a heredar su reino eterno.
Si el “escapismo” fuese una necesidad del hombre, clavado a su estrecha personalidad, ¿podría compararse cualquier escape con la majestad de la omnipotencia?.
En mi sagrada experiencia de Dakshineswar, las únicas cosas extraordinariamente agrandadas eran el templo y la figura de la Diosa. Todo lo demás parecía en su forma y dimensiones normales, aun cuando cada una estaba encerrada en un halo de tenue luz blanca, azul y cromo de arco iris al pastel. Mi cuerpo parecía ser de una substancia etérea, pronto a levitarse. Completamente consciente de mi medio ambiente material, veía a mi alrededor y daba algunos pasos sin interrumpir la continuidad de la bendita visión.
Tras las paredes del templo, súbitamente, divisé a mi cuñado, que se sentaba bajo las espinosas ramas de un árbol sagrado de “bel”. Con facilidad pude conocer el curso de sus pensamientos. Aunque ahora eran algo elevado por la santa influencia de Dakshineswar, su mente hacía aún reflexiones poco amables acerca de mí. Me dirigí directamente a la graciosa Imagen de la Diosa.
“Madre Divina -le pedí-, ¿no cambiarás la espiritualidad del esposo de mi hermana?”.
La hermosa imagen, hasta entonces silenciosa, habló por fin: “Tu deseo será cumplido”.
Gozosamente vi a Satish, quien instintivamente parecía darse cuenta de que algún poder espiritual estaba operándose en él; pero se levanto lleno de resentimiento de su asiento en el suelo, lo vi correr alrededor del templo y aproximarse a mí, amenazándome con el puño.
La sublime y amplia visión desapareció. Ya no pude ver a la gloriosa Deidad; el
majestuoso templo, ya sin transparencia, fue reducido a su tamaño ordinario. Y otra vez mi cuerpo sintió los sofocantes rayos solares. Corrí a cobijarme al lado de las columnas, hasta donde Satish me persiguió enojado. Vi mi reloj. Era la una; la divina visión había durando una hora.
- Grandísimo loco -me espetó mi cuñado-, has estado con las piernas cruzadas y los ojos cerrados durante seis horas. Mientras, he ido y venido observándote. ¿Dónde está mi comida? Ahora el templo está cerrado, y a ti se te pasó notificar a sus autoridades; ahora nos hemos quedado sin comer.
La exaltación espiritual que había experimentado a la presencia de la Diosa, permanecí aún latente en mi corazón. Y me sentí fuerte y valiente para decir:
- La Madre Divina nos alimentará.
Satish no se podía contener de ira.
- De una vez por todas -bramó-, me gustaría ver a tu Madre Divina dándonos de comer aquí sin previo arreglo.
Apenas acababa de pronunciar sus palabras, cuando un sacerdote del templo cruzó el patio y se acercó a nosotros.
- Hijo -me dijo-, he estado observando su faz serenamente iluminada durante sus horas de meditación. yo presencié la llegada de sus comitiva hoy por la mañana, y sentí el deseo de separar bastante comida para que ustedes coman. Aun cuando va contra las reglas proporcionar aliento a aquellos que no hacen su petición por anticipado, para ustedes he hecho una excepción.
Agradecido le di las gracias y clavé mi mirada en los ojos de Satish. Se ruborizó de emoción y bajó la mirada en señal de arrepentimiento. Luego fuimos servidos con una comida abundante y sustanciosa, e incluso con mangos fuera de estación. Noté que el apetito de mi cuñado era escaso. Estaba asombrado, profundizándose en un mar de pensamientos. En nuestro viaje de regreso a Calcuta, de vez en cuando me veía con suavizada expresión, y una que otra mirada humilde, como si quisiera disculparse. Pero no volvió a hablar una sola palabra desde el momento en que el sacerdote apareció para invitarnos a comer, como si hubiera sido la contestación inmediata a su reto.
Al día siguiente por la tarde, visité a mi hermana en su casa. Me recibió muy
afectuosamente.
- Querido hermano -gritó feliz-, ¡qué milagro!. Anoche mi esposo lloró abiertamente
delante de mí. “Amada devi -me dijo-, me siento feliz más allá de toda expresión, de que la estratagema de tu hermano para reformarme haya surtido efecto. Voy a deshacer todo el mal que te he hecho. Desde esta noche usaremos nuestra recámara grande únicamente como lugar de adoración, y tu pequeño cuarto de meditación como dormitorio. Estoy sinceramente apenado por haber ofendido tanto a tu hermano. Por la forma vergonzosa en que he estado obrando, me castigaré no hablando a Mukunda en tanto no haya logrado algún progreso en el sendero espiritual. Con reverencia buscaré a la Madre Divina de hoy en adelante; y algún día, seguramente, la encontraré”.
Años después visité a mi cuñado en Delhi. Gocé sobremanera al advertir que había adelantado grandemente en la senda de autorrealización, y al saber que había sido bendecido con la visión de la Madre Divina. Durante mi estancia con él, me di cuenta de que secretamente Satish pasaba la mayor parte de cada noche en meditación divina, aun cuando estaba padeciendo de un mal bastante serio, y de que durante el día trabajaba en una oficina.
Me vino a la mente que la vida de mi cuñado no sería muy larga Roma probablemente leyó mi pensamiento.
Hermano querido -me dijo-, yo estoy sana y mi esposo enfermo. Sin embargo, deseo que sepas que, como abnegada esposa hindú, yo seré la primera en morir1. No pasará mucho tiempo antes de que me vaya.
Desanimado por sus ominosas palabras, sin embargo vi en ellas la punzante verdad. yo estaba ya en América cuando mi hermana murió, un año después de su predicción. Mi hermano menor, Bishnu, me dio más tarde todos los detalles.
-Roma y Satish estaban en Calcuta, en la fecha de su muerte -me refirió Bishnu-; esa mañana se vistió ella con sus atavíos nupciales.
“-¿Por qué ese traje, ahora? -le pregunto Satish.
“-Este es mi último día de servicio para ti en la tierra -contestó Roma.
“Poco rato después tuvo un ataque al corazón, y cuando su hijo corría a traer ayuda, ella le dijo:
“-Hijo, no me dejes. Es inútil que vayas. Ya habré partido antes de que venga el doctor.
“Diez minutos después, deteniendo en sus manos los pies de su esposo, en reverencia, Roma dejó conscientemente su cuerpo, feliz y sin sufrimiento.
“Satish se volvió muy retraído después de la muere de su esposa -prosiguió Bishnu-. Un día él y yo estábamos viendo un retrato grande, donde Roma aparecía sonriente.
“-¿Por qué te sonríes? -exclamó de pronto Satish, como si su esposa estuviera presente-.
¿Tú crees que fuiste muy lista en arreglar todo para irte antes que yo?. ¡Voy a robarte que no podrás por mucho tiempo permanecer separada de mí; pronto me reuniré contigo!.
“Aun cuando por este tiempo Satish estaba ya completamente restablecido de su mal y gozaba de inmejorable salud, murió sin causa aparente alguna, poco después de las extrañas observaciones que hizo ante la fotografía”.
Así, proféticamente, se fueron mi amada hermana mayor Roma y su esposo Satish, que fuera transformando en Darkshineswar, de un hombre mundano en un silencioso santo.
Notas al márgen:
1- La esposa hindú cree que es signo de progreso espiritual si muere antes que su
esposo, como una prueba de su leal servicio a él. Es lo que podría llamarse “morir
bajo el arnés”.
Mi hermana mayor, Roma, me veía con mirada suplicante. Yo estaba de visita en su casa de Calcuta, en la calle del barrio de Girish Vidyaratna. Su ruego me conmovió, porque ella había ejercido una gran influencia espiritual en mis primeros años, y porque había tratado dulcemente de llenar el vacío que mi madre dejó con su muerte en el seno de la familia.
- Querida hermana, por supuesto que haré todo lo que pueda. -Sonreí, deseoso de borrar la tristeza que manifestaba en su semblante, que contrastaba con su habitual dulzura.
Roma y yo nos sentamos un rato, en oración silenciosa, en busca de ayuda. Un año antes, mi hermana me había pedido que la iniciara en Kriya Yoga, en la cual estaba haciendo progresos notables.
Súbitamente, una inspiración se apoderó de mí.
- Mañana -le dije- voy al templo de Dakshineswar. Por favor, ven conmigo y sugiere a tu esposo que nos acompañe. Presiento qué con las vibraciones de aquel santo lugar la Madre Divina tocará su corazón. Pero por ningún motivo descubras el objeto que nos lleva.
Esperanzada, mi hermana consintió. A la mañana siguiente, muy temprano, me agradó ver que Roma y su esposo estaban listos para el viaje. Conforme nuestro carruaje traqueteaba a lo largo del camino circular que conduce a Dakshineswar, mi cuñado, Satish Chandra Bose, se divertía ironizando y escarneciendo a los gurús del pasado, del presente y del porvenir. Yo observé que Roma lloraba silenciosamente.
- ¡Hermana anímate! -le susurré al oído-. No le des a tu esposo la satisfacción de creer que tomamos sus burlas en serio.
- Mukunda, ¿cómo puedes tú admirar a los farsantes despreciables? -decía Satish-. La sola apariencia de un sadhu es repulsiva; son tan flacos como un esqueleto o tan profanamente gordos como un elefante.
- Yo solté sonora carcajada. Mi reacción de buen humor molestó a Satish, y éste se retiró amurrado. Cuando nuestro carruaje entró a los terrenos de Dakshineswar, echó a su alrededor una mirada desconfiada y, sarcásticamente, preguntó:
- Este viaje, supongo yo, es una treta para reformarme, ¿no?.
Como ya me iba sin contestar sus palabras, me tomó del brazo, diciéndome:
- Joven señor monje: no se olvide usted de hacer los arreglos necesarios con los
guardias del templo para tomar nuestra comida del mediodía.
- Ahora voy a meditar. No se preocupe por su comida -le contesté al punto-; la Madre Divina se encargará de ello.
- Yo no espero que la Madre Divina haga nada por mí. Pero a ti sí te hago responsable de mi comida. -El tono de voz de Satish era amenazador.
Yo proseguí mi camino por el peristilo que está frente al gran templo de Kali, o Madre Naturaleza. Escogiendo un lugar sombreado, cerca de uno de los pilares, me acomodé en la postura meditativa del loto. aun cuando era sólo las siete de la mañana, el sol sería pronto abrasador.
El mundo se me fue alejando conforme me interiorizaba devotamente. Mi mente estaba concentrada en la Diosa Kali, cuya imagen en Dakshineswar fue el objeto especial de adoración del Gran Maestro Sri Ramakrishna Paramhansa. En contestación a sus angustiosas demandas, la imagen de piedra de este mismo templo tomó con frecuencia la forma viviente y conversaba con él.
“Madre silenciosa de corazón de piedra -rezaba yo-: Tú, que te has llenado de vida a la súplica de Tu amado y devoto Ramakrishna, ¿por qué no escuchas también las plegarias y lamentos de este implorante y amoroso hijo Tuyo?”.
+poco a poco, mostrando al fondo la imagen de la Diosa Kali. Gradualmente tomó ésta un forma viviente, sonriendo y moviendo la cabeza como en un saludo, lo cual me llenó de un regocijo indescriptible.
Como con un mágica jeringa, el aire me fue extraído de los pulmones y mi cuerpo
permaneció totalmente inmóvil, aunque no inerte.
Una extática expansión de conciencia subsiguió luego. Podía ver claramente a algunas millas sobre el Río Ganges a mi izquierda, y aún mucho más allá del templo todos los recintos de Dakshineswar. Las paredes de todos los edificios brillaban de transparencia, y al través de ellos podía ver a la gente caminar de un lado para otro en varias acres a la redonda.
Aun cuando me hallaba sin aliento y con el cuerpo en un estado de quietud extraña, sin embargo podía mover manos y pies libremente. Por algunos minutos ensayé abrir y cerrar los ojos; y en ambos casos podía ver claramente todo el panorama de Dakshineswar.
La vista espiritual, como los rayos X, penetra en toda materia; el ojo divino está
centrado en todas partes, y su circunferencia en sí mismo. Entonces confirmé, en el soleado patio, que cuando el hombre cesa de ser un hijo pródigo de Dios absorbido en un mundo físico, verdadero sueño, tan sin base como burbuja, vuelve a heredar su reino eterno.
Si el “escapismo” fuese una necesidad del hombre, clavado a su estrecha personalidad, ¿podría compararse cualquier escape con la majestad de la omnipotencia?.
En mi sagrada experiencia de Dakshineswar, las únicas cosas extraordinariamente agrandadas eran el templo y la figura de la Diosa. Todo lo demás parecía en su forma y dimensiones normales, aun cuando cada una estaba encerrada en un halo de tenue luz blanca, azul y cromo de arco iris al pastel. Mi cuerpo parecía ser de una substancia etérea, pronto a levitarse. Completamente consciente de mi medio ambiente material, veía a mi alrededor y daba algunos pasos sin interrumpir la continuidad de la bendita visión.
Tras las paredes del templo, súbitamente, divisé a mi cuñado, que se sentaba bajo las espinosas ramas de un árbol sagrado de “bel”. Con facilidad pude conocer el curso de sus pensamientos. Aunque ahora eran algo elevado por la santa influencia de Dakshineswar, su mente hacía aún reflexiones poco amables acerca de mí. Me dirigí directamente a la graciosa Imagen de la Diosa.
“Madre Divina -le pedí-, ¿no cambiarás la espiritualidad del esposo de mi hermana?”.
La hermosa imagen, hasta entonces silenciosa, habló por fin: “Tu deseo será cumplido”.
Gozosamente vi a Satish, quien instintivamente parecía darse cuenta de que algún poder espiritual estaba operándose en él; pero se levanto lleno de resentimiento de su asiento en el suelo, lo vi correr alrededor del templo y aproximarse a mí, amenazándome con el puño.
La sublime y amplia visión desapareció. Ya no pude ver a la gloriosa Deidad; el
majestuoso templo, ya sin transparencia, fue reducido a su tamaño ordinario. Y otra vez mi cuerpo sintió los sofocantes rayos solares. Corrí a cobijarme al lado de las columnas, hasta donde Satish me persiguió enojado. Vi mi reloj. Era la una; la divina visión había durando una hora.
- Grandísimo loco -me espetó mi cuñado-, has estado con las piernas cruzadas y los ojos cerrados durante seis horas. Mientras, he ido y venido observándote. ¿Dónde está mi comida? Ahora el templo está cerrado, y a ti se te pasó notificar a sus autoridades; ahora nos hemos quedado sin comer.
La exaltación espiritual que había experimentado a la presencia de la Diosa, permanecí aún latente en mi corazón. Y me sentí fuerte y valiente para decir:
- La Madre Divina nos alimentará.
Satish no se podía contener de ira.
- De una vez por todas -bramó-, me gustaría ver a tu Madre Divina dándonos de comer aquí sin previo arreglo.
Apenas acababa de pronunciar sus palabras, cuando un sacerdote del templo cruzó el patio y se acercó a nosotros.
- Hijo -me dijo-, he estado observando su faz serenamente iluminada durante sus horas de meditación. yo presencié la llegada de sus comitiva hoy por la mañana, y sentí el deseo de separar bastante comida para que ustedes coman. Aun cuando va contra las reglas proporcionar aliento a aquellos que no hacen su petición por anticipado, para ustedes he hecho una excepción.
Agradecido le di las gracias y clavé mi mirada en los ojos de Satish. Se ruborizó de emoción y bajó la mirada en señal de arrepentimiento. Luego fuimos servidos con una comida abundante y sustanciosa, e incluso con mangos fuera de estación. Noté que el apetito de mi cuñado era escaso. Estaba asombrado, profundizándose en un mar de pensamientos. En nuestro viaje de regreso a Calcuta, de vez en cuando me veía con suavizada expresión, y una que otra mirada humilde, como si quisiera disculparse. Pero no volvió a hablar una sola palabra desde el momento en que el sacerdote apareció para invitarnos a comer, como si hubiera sido la contestación inmediata a su reto.
Al día siguiente por la tarde, visité a mi hermana en su casa. Me recibió muy
afectuosamente.
- Querido hermano -gritó feliz-, ¡qué milagro!. Anoche mi esposo lloró abiertamente
delante de mí. “Amada devi -me dijo-, me siento feliz más allá de toda expresión, de que la estratagema de tu hermano para reformarme haya surtido efecto. Voy a deshacer todo el mal que te he hecho. Desde esta noche usaremos nuestra recámara grande únicamente como lugar de adoración, y tu pequeño cuarto de meditación como dormitorio. Estoy sinceramente apenado por haber ofendido tanto a tu hermano. Por la forma vergonzosa en que he estado obrando, me castigaré no hablando a Mukunda en tanto no haya logrado algún progreso en el sendero espiritual. Con reverencia buscaré a la Madre Divina de hoy en adelante; y algún día, seguramente, la encontraré”.
Años después visité a mi cuñado en Delhi. Gocé sobremanera al advertir que había adelantado grandemente en la senda de autorrealización, y al saber que había sido bendecido con la visión de la Madre Divina. Durante mi estancia con él, me di cuenta de que secretamente Satish pasaba la mayor parte de cada noche en meditación divina, aun cuando estaba padeciendo de un mal bastante serio, y de que durante el día trabajaba en una oficina.
Me vino a la mente que la vida de mi cuñado no sería muy larga Roma probablemente leyó mi pensamiento.
Hermano querido -me dijo-, yo estoy sana y mi esposo enfermo. Sin embargo, deseo que sepas que, como abnegada esposa hindú, yo seré la primera en morir1. No pasará mucho tiempo antes de que me vaya.
Desanimado por sus ominosas palabras, sin embargo vi en ellas la punzante verdad. yo estaba ya en América cuando mi hermana murió, un año después de su predicción. Mi hermano menor, Bishnu, me dio más tarde todos los detalles.
-Roma y Satish estaban en Calcuta, en la fecha de su muerte -me refirió Bishnu-; esa mañana se vistió ella con sus atavíos nupciales.
“-¿Por qué ese traje, ahora? -le pregunto Satish.
“-Este es mi último día de servicio para ti en la tierra -contestó Roma.
“Poco rato después tuvo un ataque al corazón, y cuando su hijo corría a traer ayuda, ella le dijo:
“-Hijo, no me dejes. Es inútil que vayas. Ya habré partido antes de que venga el doctor.
“Diez minutos después, deteniendo en sus manos los pies de su esposo, en reverencia, Roma dejó conscientemente su cuerpo, feliz y sin sufrimiento.
“Satish se volvió muy retraído después de la muere de su esposa -prosiguió Bishnu-. Un día él y yo estábamos viendo un retrato grande, donde Roma aparecía sonriente.
“-¿Por qué te sonríes? -exclamó de pronto Satish, como si su esposa estuviera presente-.
¿Tú crees que fuiste muy lista en arreglar todo para irte antes que yo?. ¡Voy a robarte que no podrás por mucho tiempo permanecer separada de mí; pronto me reuniré contigo!.
“Aun cuando por este tiempo Satish estaba ya completamente restablecido de su mal y gozaba de inmejorable salud, murió sin causa aparente alguna, poco después de las extrañas observaciones que hizo ante la fotografía”.
Así, proféticamente, se fueron mi amada hermana mayor Roma y su esposo Satish, que fuera transformando en Darkshineswar, de un hombre mundano en un silencioso santo.
Notas al márgen:
1- La esposa hindú cree que es signo de progreso espiritual si muere antes que su
esposo, como una prueba de su leal servicio a él. Es lo que podría llamarse “morir
bajo el arnés”.
1 comentario:
que buena lectura y que sorprende esta publicacion de parte del libro. Muy bueno
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