Y todos esperaban que después de la cena tan amena y familiar el maestro los invitara a orar y meditar.
Pero la charla del maestro continuaba con bromas y chistes a veces se levantaba y al son de la música bailaba.
Todos sonreían y compartían esa natural alegría y bebían el breve licor que en sus copas cabían.
Pero los más crudos y ortodoxos dentro de los invitados ya se impacientaban, ¿a qué hora el maestro meditaba se preguntaban?
Hasta que el más osado se atrevió a decir: “Maestro agradecemos la cena a la que nos has invitado, así como el ambiente de alegría en el que nos has rodeado”.
Pero mis amigos y yo hemos venido porque se decía de ti “que eres un gran iluminado”.
Así que queremos escuchar tu oración y estar en tu meditación.
El maestro lo escuchó pero no respondió, siguió danzando e invitando a sus allegados a bailar como enajenados.
Todos en círculos reían compartían bromas y disfrutaban de aquel momento de igualdad con aquel hombre que para todos representaba la divinidad.
Así que al más no poder los ortodoxos se levantaron y al unísono gritaron: “¡tú no eres un maestro, eres un profano!”
El señor los miró con gracia y bajo una sonrisa le dijo: “durante todo este tiempo hemos estado orando y meditando”
Lamento que no nos hayan acompañado.
“Pues Dios está inmerso en todo y en todos; para el hombre realizado es un acto tan sagrado el comer o el danzar, incluso el amar como lo es la oración y la meditación”.
“Ustedes separaron las horas, momentos y acciones para Dios, pero el jamás se ocultó en un horario, en un momento o en una acción”.
“El universo es Dios y Dios es el universo, las diferencias sólo están en lo diferenciado, en El que es la unidad, todo lo de El es sagrado”.
“En ustedes en mi y en todos y en todo veo a Dios, todos los sonidos son sus palabras, los olores son sus olores, lo que toco es su piel y textura ¿dime dónde no esta El?”
Al escuchar sus palabras los invitados se sintieron tocados en el corazón, jamás se les había ocurrido pensar así, ni ninguno de sus maestros les había hablado así.
¡Quién es este que se atrevía a romper los cánones religiosos?
Sus discípulos respondieron:
Su nombre es “Señor ten Piedad de nuestra mente”
de Diálogos imposibles de Eduardo Buenaventura Díaz
8 comentarios:
todos los temas que toda son tan originales, diria inusitados, a nadie se le ocurriria pensar en esto si no lo lee y reflexiona. muy bueno.
doctor cuanto gozo siento al leer estas maravillas, estoy complacida de todo lo que escribe.
me caló hondo
Muy bueno,excelente
Muy bueno,excelente
Muy bueno,excelente
Muy bueno,excelente
Navego en estas grandes escrituras, lo hace facil, entendible y nos refresca la memoria haciendonos sentir que todo sucede porque él asi lo ha dispuesto, sin embargo hoy en día parece que andamos sin brujula y alejados de quien nos dio y da todo
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