Todo la dicha que hay en este mundo, toda proviene de desear que los demás sean felices; Y todo el sufrimiento que hay en este mundo, todo proviene de desear ser feliz yo.
EL BUEN CORAZÓN
La clase de nacimiento que tendremos en la próxima vida viene determinado, pues, por la naturaleza de nuestras acciones en ésta. Y es importante no olvidar nunca que el efecto de nuestras acciones depende por completo de la intención o motivación a que responden, y no de su envergadura.
En la época de Buda vivió una anciana mendiga llamada «Confiar en la Alegría ». Esta mujer observaba cómo los reyes, príncipes y demás personas hacían ofrendas a Buda y sus discípulos, y nada le habría gustado más que poder hacer ella lo mismo. Así pues, salió a mendigar, y después de un día entero sólo había conseguido una monedita. Fue al vendedor de aceite para comprarle un poco, pero el hombre le dijo que con tan poco dinero no podía comprar nada. Sin embargo, al saber que quería el aceite para ofrecérselo a Buda, se compadeció de ella y le dio lo que quería. La anciana fue con el aceite al monasterio y allí encendió una lamparilla, que depositó delante de Buda mientras le expresaba este deseo: «No puedo ofrecerte nada más que esta minúscula lámpara. Pero, por la gracia de esta ofrenda, en el futuro sea yo bendecida con la lámpara de la sabiduría. Pueda yo liberar a todos los seres de sus tinieblas. Pueda purificar todos sus obscurecimientos y conducirlos a la Iluminación ».
A lo largo de la noche se agotó el aceite de todas las demás lamparillas, pero la de la anciana mendiga aún seguía ardiendo al amanecer cuando llegó Maudgalyayana, discípulo de Buda, para retirarlas. Al ver que aquélla todavía estaba encendida, llena de aceite y con una mecha nueva, pensó: «No hay motivo para que esta lámpara permanezca encendida durante el día», y trató de apagarla de un soplido. Pero la lámpara continuó encendida.
Trató de apagarla con los dedos, pero siguió brillando. Trató de extinguirla con su túnica, pero aun así siguió ardiendo. Buda, que había estado contemplando la escena, le dijo: « ¿Quieres apagar esa lámpara, Maudgalyalyana? No podrás. No podrías ni siquiera moverla, y mucho menos apagarla. Si derramaras toda el agua del océano sobre ella, no se apagaría. El agua de todos los ríos y lagos del mundo no bastaría para extinguirla. ¿Por qué no? Porque esta lámpara fue ofrecida con devoción y con pureza de mente y corazón. Y esa motivación la ha hecho enormemente beneficiosa». Cuando Buda terminó de hablar, la mujer se le acercó, y él profetizó que en el futuro llegaría a convertirse en un buda perfecto llamado «Luz de la Lámpara ».
Así pues, es nuestra motivación, ya sea buena o mala, la que determina el fruto de nuestros actos. Shantideva dijo:
Todo la dicha que hay en este mundo, toda proviene de desear que los demás sean felices;
y todo el sufrimiento que hay en este mundo, todo proviene de desear ser feliz yo.
Puesto que la ley del karma es inevitable e infalible, cada vez que perjudicamos a otros nos perjudicamos directamente a nosotros mismos, y cada vez que les proporcionamos felicidad, nos proporcionamos a nosotros mismos felicidad futura. Por eso el Dalai Lama dice:
“Si intentas dominar tus motivos egoístas, ira y demás, y cultivar más amabilidad y compasión hacia los demás, en último término tú mismo te beneficiará más de lo que te beneficiarías de otro modo. Por eso digo a veces que el egoísta sabio debería practicar de esta manera. Los egoístas necios siempre están pensando en ellos mismos, y el resultado es negativo. Los egoístas sabios piensan en los demás, ayudan a los demás tanto como pueden, y el resultado es que ellos también se benefician."
La creencia en la reencarnación nos demuestra que en el universo existe cierta justicia o bondad últimas. Es esta bondad la que todos intentamos descubrir y liberar. Cuando actuamos de un modo positivo, nos movemos hacia ella; cuando actuamos de un modo negativo, la obscurecemos y la inhibimos. Y cuando no podemos expresarla en nuestra vida y nuestros actos, nos sentimos desdichados y frustrados.
Así pues, si hubiera de extraer usted un mensaje esencial del hecho de la reencarnación, sería éste: cultive ese buen corazón que anhela que los demás seres encuentren una felicidad duradera y actúe para proporcionar esa felicidad. Alimente y practique la amabilidad. El Dalai Lama ha dicho: «No hay necesidad de templos, no hay necesidad de filosofías complicadas.
Nuestro propio cerebro, nuestro propio corazón es nuestro templo; mi filosofía es la bondad».
2 comentarios:
QUE BUENA LECCION DE VIDA. ME GUSTA. ESTE BLOG NOS ENSEÑA COSAS INCREIBLES,NOS AYUDA EN NUESTRO DESARROLLO ESPIRITUAL, HACER MEJORES SERES HUMANOS.
Muy cierto todo lo que habla y escribe siempre nos deja reflexiones y enseñanzas, mientras seamos felices tendremos salud, dejando de lamentarnos y echando la culpa a otros, siempre vemos la vida bajo la sombra del dolor y sufrimiento.
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