Un vecino de Nasrudín fue a visitarlo.
-Mulá, necesito que me preste su burro.
- Lo lamento -dijo el Mulá-, pero ya lo he prestado.
No bien terminó de hablar, el burro rebuznó.
El sonido provenía del establo de Nasrudín.
- Pero, Mulá, puedo oír al burro que rebuzna ahí dentro.
Mientras le cerraba la puerta en la cara, Nasrudín replicó con dignidad:
- Un hombre que cree en la palabra de un burro más que en la mía no merece que le preste nada.

Muy razonable el criterio jajaja. Su blog Eduardo tiene cosas muy interesantes, profundas y divertidas.
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